Portugal (1888-1935). Jajaja. Dicen que se murió. Imposible saber si alguna vez existió algo así. Gran demente multipersonal. Cargaba en sí la locura de varios, la cordura de varios. Fumador, alcohólico y secretario ante el Estado. Técnico, campesino, tradicionalista, nihilista, proto-filósofo y quién sabe qué otras cosas ante la vida de quienes lo seguimos ahora que ya no va a ningún lugar. Acá una parte de él, del libro de poemas que publicó en vida bajo su nombre, y no de alguno de sus heterónimos.
Don Sebastián, rey de Portugal
Loco, sí, loco, por querer grandeza
cual la Suerte no da.
En mí no cupo mi certeza;
por eso donde el arenal está
quedó mi ser que tuve, no el que hay.
Mi locura, otros que me la tomen
con lo que en ella iba.
¿Sin la locura qué es el hombre
más que la bestia sana,
cadáver postergado que procrea?
El de las Quinas
Los Dioses venden cuando dan.
Gloria se compra con desgracia.
¡Ay los felices, porque sólo
son lo que pasa!
¡Baste a quien basta cuanto basta
lo bastante para bastarle!
La vida es breve, el alma es vasta:
tener es tardar.
Fue con desgracia y con vileza
que Dios a Cristo definió:
lo opuso así a la Naturaleza
e Hijo lo ungió.
El conde Don Enrique
Ningún comienzo es voluntario.
Dios es su agente.
A sí el héroe se asiste, vario
e inconsciente.
A la hoja en tus manos hallada
bajan tus ojos.
"¿Qué voy a hacer con esta espada?"
La erguiste, y se hizo.
Don Duarte, rey de Portugal
Mi deber me hizo, como Dios al mundo.
La regla de ser Rey almó a mi ser,
en día y letra escrupuloso y hondo.
En mi tristeza firme, tal viví.
Cumpllí contra el Destino mi deber.
¿Inútilmente? No, pues lo cumplí.
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