Repitiendo a Jorge Teillier

. lunes, 29 de junio de 2009
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¿Motivo para repetirlo? Porque este poema se me pasó por alto en alguna lectura temprana de un librito de Teillier que no tocaba desde hace como tres o cuatro años. Va directo al top five de poemas que me alteran la vida junto con alguno de Gelman, alguno de Vallejo y alguno de Pessoa, directo. Dato aparte: según este libro, escribió ese poema a los 17 años... ¡es increíble!

Estación sumergida

Yo no estoy soñando, lo recuerdo, olvidé cómo se soñaba;
quizás esto sea un mar, bien puede ser la tierra,
encima el cielo deshaciendo su cabellera.
Esto no es un mar sin olas, es una lámina descolorida,
un día muerto por dagas invernales, un día fusilado por lluvias.
De pronto lo rompen manotazos de campanas, tictaqueos de sombras,
y se cierra como una cuchillada de trenes oxidados
devorando las cerezas maduras del sol.

Propicio tiempo para levantar cruces de barro
en el pecho de mapuches asesinados, para los caballos crepusculares
que se extravían en las acequias.
Ya lo sé, debo escaparme de los ahogados que flotan en los pozos,
voy a beber grandes tragos de poemas silvestres
veo desde el umbral al atardecer mordiendo plazas,
aferrándose gelatinosamente a los tejados rotos,
hasta caer junto a muchachas desfloradas en graneros solitarios
a las antiguas bodegas de la noche.

Pálidamente las horas se reúnen a jugar a las cartas
en torno a la mesa de los días,
desconozco el tren que me dejó entre ellas,
viéndolas alimentarse de cantos estrangulados,
persiguiendo a mis amigos, arrastrándolos en el río del tedio.
Yo no sueño, todo cuanto veo es cierto, ellos pasan
del brazo de mujeres desdentadas, riendo largamente.
Una ola invade mi habitación, recuerdo a mi vecina
cantando hasta que el cielo le llenaba las manos de azul,
yo no besé esas manos, yo tenía al viento cordillerano
arañándome, y la muerte oculta tras viejas y profundas fotografías.
Aferrado a un puente de madera,
inclinado sobre las venas turbias de la noche
pasan botellas vacías, libros oxidados de relecturas,
el barrio de las prostitutas pobres
donde cierro los labios por no decir mi nombre.
No es nada esto, sólo que a veces siento temor de saber quién soy verdaderamente.

Me gustaría despertar con los labios húmedos
como después de los largos besos de las sabias primas,
como si estuviese tomando café servido por mis hermanas.
Pero si abro los ojos también estaré sumergido,
pues la lluvia hace girar su pausado gramófono,
mientras hay un nevar de alas deshechas por los días,
velorios humedecidos de vino, y esta mano helada en mi garganta,
helada como parroquias y confesionarios que no se desprende,
si la pudiese deshacer un brillar de días felices.

Ahora lo sé, he estado siempre despierto,
mirando silenciosamente la estación sumergida
donde los huesos de las nubes hilachean los árboles.

Alguien me debe esperar -quizás algunos muertos-
pues voy hacia las chimeneas rústicas, los aserraderos vacíos,
las grandes, prestigiosas casas de madera sureña venidas abajo
como flores destrozadas por los duros dientes del olvido,
y busco el sol en los huertos cuyos párpados lo esconden.

Todo me espera en la estación sumergida, nuevamente,
en la empapada de malezas, la crecida de sueños angustiados y torvos,
mientras el tiempo detenido cierra sus pesados portones
y confusamente respira en el mar del invierno.

Repitiendo a Raúl González Tuñón

. domingo, 14 de junio de 2009
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Como ya se hizo antes un mateando con él, ahora agrego un poema solamente, de puro antojado.

Blues de los baldíos

Sólo allí los chiquillos recogíamos la influencia telúrica.
A la orilla
pasaba la ciudad como un circo.
Canto el fervor oculto de los baldíos, su clima univesal, su geográfica síntesis, el hilo de agua, los montículos, el musgo y los gatos flacos y los papeles inútiles y los ruidos y los ruidos.
A la orilla
pasaba mi padre con anteojos y "La Prensa"
La marca Vitagraph, el organito, el Parque Lezama y Julio Verne eran sus límites.
Oh refugio de las banderas rojas de los mítines.
Baldíos hondos o altos, que es lo mismo. Certeza de supra-realidades. Desde donde se veían las ropas ahorcadas y puestas a secar y los viajeros pájaros. Tan cosmopolitas.
Baldíos orinados por perros sin dueño, socavados por los curas de al lado y el asesino de 1908.
En el riñón de las inmensas ciudades.
Baldíos. Tan de tierra.
Qué éxito tuieron en su tiempo las martirizadoras de niños y el hombre del Kalisay. Ay.
Por qué todo tiene éxio en su tiempo
La Junta de Historia y Numismática no sabe nada de baldíos.
Sin embargo, Robinson y Torphipe, Buffallo Bill y el Torito del Abasto...
Ah, yo podría dar noticias de todos ellos a los miembros de la Junta de Historia y Numismática.
No existe la Junta de Historia y Numismática.
A la orilla
pasaba Perla White en una camilla.
Volaban las tapas de las ollas. Daba la hora el sol en el muro. Y no había ningún apuro. Y morirse no era seguro.
Después se descubre el altillo, la chimenea, la claraboya, el consultorio.
A la orilla
pasaba un entierro de tercera.
Y después se descubre el odio.
Baldíos. Y tan poblados.
En el riñón de las inmensas ciudades, el viento, el agua, el campo, golpeaban abajo, en la sueperficie de rampas y cavidades.
La vida quería brotar, reventar, traer el aliento del mundo a los niños que recen a la sombra fría de los altos muros.
Encajonados en los inquilinatos.
Viviendo una muerte, y no la vida.
Lejos del viento, el agua, el horizonte.
Qué amables baldíos.
Qué amigos, qué amados baldíos.
Ellos nos acercaban a la tierra, a lo bosques, a los valles, a los ríos.
Y todos teníamos a Dios en los ojos. Y todos teníamos los tobillos heridos. Y en todos nosotros despertaba el poeta, el hortera, el orero, el leader y el bandido.
Baldíos generosos. Ellos no saben.
A la orilla
pasaba mi destino patético. Importante.

Te presento a Juliech

. miércoles, 10 de junio de 2009
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No sé. O así "juliech" o "yuli-ch". O se pronuncia como usté quiera, amigo lector, tíos, parientes y deudos que son los únicos que se asoman por estos lares.
Te la presento para que deje automáticamente futuro y pase a ser presente, letra escrita en esta Feria de Rarezas, dato sobre tu retina pentrando como tinta en el cerebro.
Y te la presento porque me aburro de tanto viejo muerto o lejano viviente o porque nunca vengo y a veces me dan ganas de venir y decir que en mi todos los días también hay letrosos enfermos de palabría aguda.
Ella es de esas personas. Ya sabés. Ésas que deciden cosas diferentes, y desde un pantalón de extraño efecto óptico hasta una carta escrita desde el éxtasis más psicopático, nos cambian el día. Alivian el peso de la homogeneidad cotidiana, porque van por ahí destrozando cosas. (La anécdota de la bici me la reservo para cuando haya más ojos escuchando. Y planeo que eso sea prontito, prontito, muajaja).
Bueh, no más de mi pluma sosa. Devorénle las manos a Julietta
(¡son las 02:02!)



1
que el final de la línea
sea como entrar en un mantra
de empujones del diablo:


que bestialmente enamorado nos haga caer
del otro lado.

Haiku

la luz fumiga
---el precipicio mas ignoto---
cae con la sombra

Viento/s

1

Generador de caos
-- tajo contra tajo
remonta vuelo

2

Reverbera en manotazos
-- haciendo tajos
des-monta vuelo



2. Yo construyo paréntesis
o reconstrucciones de vos
Mientras advierto la flecha
que pasa, cómo pasa.

Yo construyo salidas
o refugios de vos

Mientras miro tu exilio
cómo se abre, cómo va.

Asumo lo inquieto
del signo que uso equívoco

Porque tu exilio es a mi orilla
el oficio de recién llegar.



3. una flor de agua
viento hexagonal

se me cae como a la culebra


--- dosis de ventarrón
y pétalo enfurecido

no deja que resbale

-

la frente hecha
gota de malva
va y detiene

---diente de cobra
me hace
---diente de cobra.




4. Anárquicamente
reparto tu cuerpo
en las 8 baldosas
del crimen que cometí

rearmo
sin mí
lo que fue de la contienda

detrás del filo
y de la sombra plateada
chorrea
el pedazo de sangre
que nacía en tus pupilas.



5. Quid
La raíz,
el órgano
menos
imaginario.


-------------La palabra filosa,
-------------la única
-------------vértebra
-------------necesaria.



6. milito en la frontera de tus huesos
por hacer camino en las comisuras


naufrago en la curvatura
de estar bailando



afuera
hay
luces

adentro
vis lumbr es


Sur-real

Dejó que remontara el trapecio
un poco más,
para bajar por fruta
y sin darse cuenta que
si movía el pánico a fondo
ya no iba a pulverizar más
por la parte dorsal.

Pasado por agua
un cuarto de hora más,
se enharinaba el pie
para acercarse por la ventana confusa
venteada de obreros con cal,
la puta que la miseria no se perdía
por los cajones (como el sueño).

La crueldad se seguía irguiendo
a contorsiones descontroladas
de super autitos chocadores.

Mientras pasaran los mares
la soledad se abanicaba
por cuatro choris sin tomate
y mucha lechuga.

Ventana adentro
el vidón de agua
le amadraba el homoplato izquierdo
de tibia leche.

Fugaces las estrellas
reían agalopadas,
abajo y bien alto.





(y mi poema preferido, es decir el de María)



Las hamacas son algo así como la vida misma.
Mucho se asustan los señores de traje de los artistas.

Estar en una hamaca lejos de ser pura diversión
garantiza temor, aventura, aire, tiempo.
Mucho que se asombren los olvidados de la niñez.

Dos cuerdas iguales de balanceo y equlibrio,
de viento en la cara y choques feroces.

Hamacar se, hacer la aventura
de ir apuntando finito a una estrella.
(No se juzguen a los ideales limpios de todo embuste.)

Todavía quedan el éxtasis de la velocidad, los agudos y los graves
del aire. El juego.

El juego.

Te presento a Facu Casas (1988- aún bajo el sol)

.
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Así como lo ves, en estos cuentos, en sus re-relatos sin nombre y con mucha maña de escritor. El colgado del grupo, el que se enamora de la sensibilidad y de las cosas raras, con la venganza terrible de Dolina al oído y el que se enoja si sus textos se parecen a uno de sus escritores predilectus (en nombre de quien no debo acordarme).

Facu, te debo una mejor subida de telón, me come el sueño y la paciencia de animal, como dice el tío Gelman. Mis más colmados aplausos por tus tex-tiñes acá. En nombre de la tint-ura, la escritura y la lucha, el agrado de presentarte:

Descripción ahistórica

Sucedió recién.
El colectivo se detuvo. Se detuvo como lo haría un poco de miel arrojada hacia la tapa de un frasco, la entonces tapa cede al impulso, vago, de una fuerza meditada, calculada, y ahí, del otro lado, dos, entre la multitud de la parada. Uno: marrón, la mirada tranquila, las orejas derrumbadas sobre los pómulos, quieto, una esfinge; Dos, a su lado, restañando el ojo apenas herido del otro, con la mirada en un horizonte que escapa debajo del colectivo y se detiene algo más allá, sobre la vereda, del otro lado de la calle.
Algo asombroso había en esos perros, uniendo pelo y lengua en una especie amor lento. Tenían algo de madre e hijo, de bufanda al cuello como un abrazo frío. De repente un escalofrío y la idea de una persona restañando la herida de otra con un beso, con una caricia (¿Cortázar… continuidad?). Esos actos siempre se acompañan con algo de amor propio, un reflejo de uno mismo en ese beso que se presta casi como un regalo, un pasaje de ida y vuelta, como la lengua áspera del perro blanco, en la misma posición, que sigue en su lamer casi adormecido a dos pasos míos, pero a una distancia terrible.
Son perros y se visten de humanos de vez en cuando, cuando la inspiración del hambre les hace confundirse en un comerse lento que empieza con la lamida y luego sigue con una mordida pequeña y el ladrido apenas audible, luego la vuelta, ahora es el otro el que muerde, y así se turnan hasta que no queda nada de ellos, y su público, sus espectadores de la parada se lo perdieron, se lo perdieron aunque todo fue gritos y silencio. Los perros siempre tienen algo que decir, algo que está más allá de la mirada perdida bajo las ruedas del colectivo que ya se aleja, se aleja. Adiós, adiós perros.

Re-unión

Llegué. Me habían llamado. Sólo entre nosotros eran entendidos los códigos. Sólo nuestros. Lo poco que nos quedaba. Y aún así, aún siendo poco, era nuestra única arma.
Estábamos sentados. Dada la urgencia del hecho, dada la rapidez del hecho, dado el silencio con que debía hacerse todo, estábamos confundidos los unos con los otros. Los rangos, las clases, prácticamente toda distinción se había perdido… ahora éramos sólo esclavos. Al menos eso es lo que ellos creían.
Todo, muy diferente a otras épocas. Todo, en silencio. Sobre todo el silencio. Éramos sombras moviéndose entre las sombras, viento que se amasija lento, eso, un viento encolerizado, contenido en las formas rituales, en nuestras formas rituales. Éramos explosión, sangre, dolor. Los chamanes, los dadores de palabra, hablaban como serpientes, eran serpientes entre nosotros que escuchábamos el sabio consejo. Así como del Pop Wuj sólo quedó el consejo, el Envoltorio, su palabra.
Larga fue la reunión. Dolorosa. Los ojos de todos sangraban, lloraban tristeza. Luego bailamos en la oscuridad, escondidos a los ojos de ellos. Fue un baile doloroso, los pies nos quemaban, pero no debíamos gritar, porque eso avisaría. Era la danza del silencio. Los pies de mis iguales subían y bajaban, nadaban, eran delfines en la oscuridad, eran viento y roce, eran dolor. El cielo negro mostraba las sombras, aún mucho más negras que él y se veían los torsos, las espaldas, los pelos expandiéndose como arañas contra el cielo. Los brazos eran alaridos que se ramificaban en las manos, los ojos brillaban, de vez en cuando les daba la luna.
Nos avisaron que no había nadie cerca y entonces comenzaron los tambores… lentamente… los timbales… los bongó… los jembé… una luz, luego otra, pequeñas antorchas se encendieron y fueron acercándose una a una en la oscuridad para llegar hasta la pira de madera donde caían, alimentando cada vez más el gran fuego alrededor del que ahora bailábamos.
El ritmo era cada vez más frenético. Bailábamos, las sombras desaparecían en una sombra y luego emergían brillantes, transpiradas, los torsos vueltos hacia todos lados, las piernas y los brazos igual. Y todo era cada vez más y más rápido, parecía ser que todos entrábamos en trance, era nuestra madre dolida que nos besaba los pies y con la sangre hirviendo nos hacía alejarnos, no por fuerza sino por algo que estaba mucho más adentro, mucho más metido, ahí en los ríos profundos de la tierra, algo que hacía que diéramos vueltas, que sufriéramos, que la sintiéramos congelándose debajo nuestro, pudriéndose de tantas muertes, de tanto desastre.
Nos mintieron.
Sí había gente alrededor. Uno a uno fueron cayendo. Uno a uno caímos. Todos, todos tratados por igual, reducidos a esclavos.
Pude escapar. Y ahora dejo esto para que sea leído y nuestra identidad no desaparezca junto con muchos de nosotros.

Variaciones sobre las rosas

. martes, 9 de junio de 2009
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Inauguro nueva sección del blog, sin muchas expectativas de que derrita relojes. Dos tipos mirando algo aparentemente parecido.
Hoy, el heideggeriano Roberto Juarroz se enfrenta a una traducción fea de William Carlos Williams, quien quiso pasar por arriba a Whitman, y terminó engendrando parte de los degenerados Beatnik. Conclusiones aparte.

33 (Juarroz)
Una rosa en el florero,
otra rosa en el cuadro
y otra más todavía en mi pensamiento.

¿Cómo hacer un ramo
con esas tres rosas?
¿O cómo hacer una sola rosa
con las tres?

Una rosa en la vida.
Otra rosa en la muerte.
Y otra más todavía.

La rosa (Williams)
La rosa es obsoleta
pero cada pétalo acaba en
un filo y la doble haz
junta las estriadas
columnas del aire -El filo
corta sin cortar
se reúne- con nada -se renueva
en metal o porcelana-

¿a dónde? Termina-

Pero si termina
el comienzo ha empezado
así que juntar rosas llega a ser
una geometría-

Más aguda, más neta, más cortante
figurada en mayólica-
el plato roto
que abrillanta una rosa

En alguna parte el sentido
hace roas de cobre
de acero-

La rosa llevó el peso del amor
pero el amor llegó a un fin -de rosas
Es al filo del pétalo
donde el amor aguarda

Crespa, labrada para derrotar
la laboriosidad -y frágil
cortada, húmeda, erguida a medias
fría, precisa, toca

Qué

El lugar entre el borde
del pétalo y la

Del borde del pétalo nace una línea
que hecha de acero
infinitamente fino, infinitamente
rígido penetra
la Vía Láctea
sin contacto -elevándose
de él- y no pende
ni avanza

La fragilidad de la flor
no ajada
penetra el espacio.