Franco
Yo: ahh, querido ego. Deambulo por una Universidad con ofertas inconmensurablemente mejores que estudiar inglés y dar clases en el futuro y eso me hace escribir y leer. Digamos que son esas mis pastillas para no tomar pastillas. Es posible que yo le caiga mal a un lector que no ingiera bebidas alcohólicas en tetra, pero esos son los riesgos que se corren al elegir la profesión de alcohólico con inclinación hacia las letras. Mucha inclinación, creo que ya me estoy cayendo.
Siento el deseo y la necesidad de compartir las cuestiones literarias que se me canten, y a no analizar la gramática de esa expresión, ni la de ninguna otra acá adentro. En este lugar creo que existe la libertad suficiente como para hacerlo, y supongo que eso alcanza. Ojo, acá no vamos a representar obras del Marqués de Sade con lujo de detalles, mal que nos pese por la distancia, entre otras cosas.
Si sos un joven revolucionario y querés tomar las armas, o si sos adulto y al tomar las armas no te alcanzaron, ni tus armas, ni, por suerte, las balas de los demás, entonces me debés entender un poco. Tampoco hace falta tanto de todas maneras.
Yo sería un poco facho y algo selectivo con las personas a aceptar. No a cualquiera le permitiría entrar. Le exigiría ser más ácido que Majul y un poco más despierto que Andino. Con eso basta. Como para poner una mínima de exigencia, y vaya si es mínima.
Entre estos blancos y negros a la vez, como buenos y malos a la vez que a la vez que a la vez dementes, se puede charlar y compartir. Viva esto.
Panza
Si me pongo a repasar las veces que pregunté acerca la escritura enseguida pierdo la cuenta, es algo que me inquieta desde siempre y a lo que regreso una y otra vez incluso sin desearlo. Porque la literatura no es como tomar mate o mirar los partidos de Independiente, esas son cosas fisiológicas. Y en este punto no me queda otra que arrancar con el cosismo: esa maldita manía que tenemos casi todos de decir esto es esto, aquello es aquello y si no nacés mujer, nacés varón y si no estudiás Historia, te vas a trabajar al frigorífico y si no tocás una que sepamos todos, no tocás. ¡Pero no, no y no! Miralo a Lamborghini, mi Osvaldo Lamborghini. Él no era ni esto, ni aquello, ni mujer, ni varón, ni poeta, ni novelista, ni nada o todo. Creo que ni él sabía y eso es lo mejor que te puede pasar. Hacer las cosas sin tener razones claras, hacerlas porque sí. Como cuando te enamorás o como cuando tarareás una canción por la calle. No sé si es clara mi explicación de por qué escribo, de por qué todo esto del blog y de por qué andar repartiendo poemitas por ahí. Espero que no.
Viva esto.
María
Bueno, qué decir, ja, escribir: techito de chapa para los que no creemos en casas.
Alguna vez terminé una prosa, jadeando, después de luchar el cuerpo una hora para escribirlo. La miré y era como mirarme a los ojos. Y me dije: esto es escribir.
Otra vez me comí mi propia cabeza, dejé sueltas las manos, y salieron palabras místicas y extrañas, extrañas también a mí. Las miré y era como mirar a los ojos de Otro. Dije entonces: esto es escribir.
Una vez más traté de escribir ojos, o rostro alguno, un algo qué mirar. Y no salía nada, garabatos imprecios, mentiras vergonzosas, maquetas que tenían forma de la plastilina toda mezclada y gris. Dije: Esto es escribir, mierda, una mierda. Una mierda imposible.
Pero volví a hundir los dedos en el teclado porque tenía que decirle, tenía que decirle a él, decir algo antes de que la vida gritando me quemara la garganta. Lo terminé, tenía mis ojos. Se lo mostré, le dije: acá estoy, mirame. No entendió. Nada entendió. Y me dije: esto es escribir. Encontrar el idioma secreto que activa el Mundo y volver a la tierra para descubrir que lo que llevamos en las manos es sólo un patito de goma.
No me gusta que las veces hayan sido cuatro. El tres siempre es mejor. Pero así es escribir, incómodo, imperfecto, poco razonable. Yo, por mi parte, renuncio a quedarme sentada sobre una opinión. Por lo pronto peregrino por todas las impresiones. Y, cuando quiero mirar la lluvia sin que me apabulle los ojos, me meto debajo de mi techito de chapa. Escribir. Escribir. Con sangre, con saliva, escribir. Viva esto.
Victoria
Sería casi inmiscuirme en el más imbécil dadaísmo de la ignorancia intentar explicar el motivo por el cual escribo. Como el sol y las estrellas, o los árboles que bailan al compás del viento; o ese mismo viento que vuela el sombrero de un hombre que camina con su cabeza gacha (resguardándose) por la Avenida Corrientes. Entonces decidí limitarme a manifestar qué me incentivó a participar del proyecto Akahatá.
Esto es parte nuestra, de la cultura que día a día mamamos en las calles y los cuadernos. Somos la generación del stencil y la poesía (esta generación que encierra muchísimas otras generaciones), del sticker y el graffitti; somos la generación del arte accesible y práctico, entonces, tener un espacio que represente todo esto me resulta fenomenal (sí, me animo a usar esa palabra porque en este blog nos atrevemos a todo).
Un espacio para divulgar. Divulguemos.
Vamos a llenar las paredes de dibujos, los dibujos de amor, las manos de fanzines, los fanzines de palabras vomitadas, y un gran etcétera de posibilidades desmedidas. Vamos a desmedirnos.
Viva esto.
Yo: ahh, querido ego. Deambulo por una Universidad con ofertas inconmensurablemente mejores que estudiar inglés y dar clases en el futuro y eso me hace escribir y leer. Digamos que son esas mis pastillas para no tomar pastillas. Es posible que yo le caiga mal a un lector que no ingiera bebidas alcohólicas en tetra, pero esos son los riesgos que se corren al elegir la profesión de alcohólico con inclinación hacia las letras. Mucha inclinación, creo que ya me estoy cayendo.
Siento el deseo y la necesidad de compartir las cuestiones literarias que se me canten, y a no analizar la gramática de esa expresión, ni la de ninguna otra acá adentro. En este lugar creo que existe la libertad suficiente como para hacerlo, y supongo que eso alcanza. Ojo, acá no vamos a representar obras del Marqués de Sade con lujo de detalles, mal que nos pese por la distancia, entre otras cosas.
Si sos un joven revolucionario y querés tomar las armas, o si sos adulto y al tomar las armas no te alcanzaron, ni tus armas, ni, por suerte, las balas de los demás, entonces me debés entender un poco. Tampoco hace falta tanto de todas maneras.
Yo sería un poco facho y algo selectivo con las personas a aceptar. No a cualquiera le permitiría entrar. Le exigiría ser más ácido que Majul y un poco más despierto que Andino. Con eso basta. Como para poner una mínima de exigencia, y vaya si es mínima.
Entre estos blancos y negros a la vez, como buenos y malos a la vez que a la vez que a la vez dementes, se puede charlar y compartir. Viva esto.
Panza
Si me pongo a repasar las veces que pregunté acerca la escritura enseguida pierdo la cuenta, es algo que me inquieta desde siempre y a lo que regreso una y otra vez incluso sin desearlo. Porque la literatura no es como tomar mate o mirar los partidos de Independiente, esas son cosas fisiológicas. Y en este punto no me queda otra que arrancar con el cosismo: esa maldita manía que tenemos casi todos de decir esto es esto, aquello es aquello y si no nacés mujer, nacés varón y si no estudiás Historia, te vas a trabajar al frigorífico y si no tocás una que sepamos todos, no tocás. ¡Pero no, no y no! Miralo a Lamborghini, mi Osvaldo Lamborghini. Él no era ni esto, ni aquello, ni mujer, ni varón, ni poeta, ni novelista, ni nada o todo. Creo que ni él sabía y eso es lo mejor que te puede pasar. Hacer las cosas sin tener razones claras, hacerlas porque sí. Como cuando te enamorás o como cuando tarareás una canción por la calle. No sé si es clara mi explicación de por qué escribo, de por qué todo esto del blog y de por qué andar repartiendo poemitas por ahí. Espero que no.
Viva esto.
María
Bueno, qué decir, ja, escribir: techito de chapa para los que no creemos en casas.
Alguna vez terminé una prosa, jadeando, después de luchar el cuerpo una hora para escribirlo. La miré y era como mirarme a los ojos. Y me dije: esto es escribir.
Otra vez me comí mi propia cabeza, dejé sueltas las manos, y salieron palabras místicas y extrañas, extrañas también a mí. Las miré y era como mirar a los ojos de Otro. Dije entonces: esto es escribir.
Una vez más traté de escribir ojos, o rostro alguno, un algo qué mirar. Y no salía nada, garabatos imprecios, mentiras vergonzosas, maquetas que tenían forma de la plastilina toda mezclada y gris. Dije: Esto es escribir, mierda, una mierda. Una mierda imposible.
Pero volví a hundir los dedos en el teclado porque tenía que decirle, tenía que decirle a él, decir algo antes de que la vida gritando me quemara la garganta. Lo terminé, tenía mis ojos. Se lo mostré, le dije: acá estoy, mirame. No entendió. Nada entendió. Y me dije: esto es escribir. Encontrar el idioma secreto que activa el Mundo y volver a la tierra para descubrir que lo que llevamos en las manos es sólo un patito de goma.
No me gusta que las veces hayan sido cuatro. El tres siempre es mejor. Pero así es escribir, incómodo, imperfecto, poco razonable. Yo, por mi parte, renuncio a quedarme sentada sobre una opinión. Por lo pronto peregrino por todas las impresiones. Y, cuando quiero mirar la lluvia sin que me apabulle los ojos, me meto debajo de mi techito de chapa. Escribir. Escribir. Con sangre, con saliva, escribir. Viva esto.
Victoria
Sería casi inmiscuirme en el más imbécil dadaísmo de la ignorancia intentar explicar el motivo por el cual escribo. Como el sol y las estrellas, o los árboles que bailan al compás del viento; o ese mismo viento que vuela el sombrero de un hombre que camina con su cabeza gacha (resguardándose) por la Avenida Corrientes. Entonces decidí limitarme a manifestar qué me incentivó a participar del proyecto Akahatá.
Esto es parte nuestra, de la cultura que día a día mamamos en las calles y los cuadernos. Somos la generación del stencil y la poesía (esta generación que encierra muchísimas otras generaciones), del sticker y el graffitti; somos la generación del arte accesible y práctico, entonces, tener un espacio que represente todo esto me resulta fenomenal (sí, me animo a usar esa palabra porque en este blog nos atrevemos a todo).
Un espacio para divulgar. Divulguemos.
Vamos a llenar las paredes de dibujos, los dibujos de amor, las manos de fanzines, los fanzines de palabras vomitadas, y un gran etcétera de posibilidades desmedidas. Vamos a desmedirnos.
Viva esto.
2 comentarios:
uau, los felicito! Me parece algo de verás inutil, en un principio hasta crei que fuera una idea mia, y no, despues note que Yo no era ninguno de ustedes. En fin, que envidia, decía, los felicito en nombre de toda la literatura y la propaganda.
Guillermo Blaque, un rico pibe por otra parte, siempre sostuvo que el camino de los excesos conduce al palacio de unos zorros aristócratas y drogadíctos que se creen muy artistas,.. pasen a saludarme si alguna vez andan por estos lares.
Reflexión deontológica: el anonimato garpa.
salut
Jajajaj
Qué palabras ciertas. Y barderas.
Pero eso es lo que garpa.
El anonimato apesta a rayos, sobre todo cuando el receptor puede llegar a adivinar de quién se trata.
Estoy completamente orgullosa de formar parte de algo innecesario e inútil: el mundo está lleno de cosas necesarias y útiles (como el hambre, el capital, las plazas y las avenidas -obviamente con un gran etcétera-).
Por otro lado, te cuento que se escriben de la siguiente manera algunas de las palabras que utilizaste:
- veras
- inútil
- creí
- mía
- después
- noté
- qué (en el contexto "qué envidia")
- drogadictos
- ... (no es ",..")
Te mando un beso poético y poco sincero. Un beso protocolar, digamos.
Como la poesía que escribís.
Muejejeje
Qué mala.
Bye.
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