Mateando con Walt Whitman

. miércoles, 16 de julio de 2008
  • Agregar a Technorati
  • Agregar a Del.icio.us
  • Agregar a DiggIt!
  • Agregar a Yahoo!
  • Agregar a Google
  • Agregar a Meneame
  • Agregar a Furl
  • Agregar a Reddit
  • Agregar a Magnolia
  • Agregar a Blinklist
  • Agregar a Blogmarks

Nació en West Hills, Long Island, Estado de Nueva York, el 31 de mayo de 1819. Su padre, Walter, de origen británico, fue carpintero y constructor. Su madre, Louisa Van Velson, descendía de holandeses. En la familia reinaba la tradición cuáquera lo cual no sólo explica el gran apego del poeta al Antiguo Testamento sino también su misticismo y sus ideas liberales y humanitarias.
Entre los numerosos oficios que practicó el autor de Hojas de hierba se pueden mencionar el de carpintero, enfermero, tipógrafo y periodista. Nunca llegó a establecerse demasiado tiempo en un trabajo o en un sitio. De alguna forma, hasta los 36 años (edad en que publica la primera edición de Hojas de hierba) su vida es la arquetípica del vagabundo, recorriendo los Estados Unidos de un extremo al otro. El trato con las diversas regiones de su país y sus habitantes le proporcionaron material más que suficiente para componer ese gran fresco que es su único poemario.
Extracto de “Yo canto el cuerpo eléctrico” de Centro Editor de América Latina.

Una mujer me espera (fragmento)

El sexo todo lo contiene: cuerpos, almas,
significaciones, pruebas, purezas, delicadezas, resultados, anuncios,
cantos, órdenes, salud, soberbia, el misterio de la maternidad, la leche seminal,
todas las esperanzas, favores, dones, todas las pasiones, amores, bellezas, delicias de la tierra,
todos los gobiernos, jueces, dioses, personajes de la tierra,
a todos los contiene el sexo como partes suyas y como justificaciones suyas.

Pasé una vez por una populosa ciudad

Pasé una vez por una populosa ciudad fijando en la memoria, para el futuro, sus espectáculos, arquitectura, costumbres, tradiciones,
pero ahora de toda esa ciudad sólo recuerdo una mujer que conocí casualmente y que me detuvo allí con su amor,
día tras día y noche tras noche estábamos juntos, todo lo demás lo he olvidado hace mucho,
sólo me acuerdo, lo repito, de esa mujer que se aferraba a mi apasionadamente,
de nuevo me sujeta la mano, no quiere que me vaya,
vuelvo a verla a mi lado con callados labios, triste y temblando.

Ni una máquina para ahorrar trabajo

Ni una máquina para ahorrar trabajo,
ni un descubrimiento he dejado,
ni podré legar dinero para fundar un hospital o una biblioteca,
ni la memoria de una hazaña por América,
ni un éxito literario o intelectual, ni un libro para los anaqueles,
sólo unos pocos cantos alegres quedarán vibrando en el aire,
para camaradas y amantes.

0 comentarios: