Te presento a El Negro

. lunes, 29 de septiembre de 2008
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Sobre el Círculo de la Flor, parte tres.




Seguro alguna vez vieron una película estaunidense estándar, de esas en las que hay tiros y explosiones, que están zarpadas de acción, que tienen un romance entre los protagonistas y un guión de mierda. Bueno, normalmente en esas películas hay un grupo de personas que luchan por robar un banco, defender al presidente o salvar el mundo. Siempre está el lindo forzudo, la minita que se va a comer al protagonista, el que sabe una bocha (a veces es un nerd y otras un hacker), el malo que en el fondo es bueno y el negro que se muere en las primeras escenas. Por suerte el Círculo de la Flor no es una película yanqui y por suerte El Negro todavía está vivo a pesar de que ya pasaron las primeras escenas. Y no le basta con estar vivo, está vivo y escribe muchísimo, escribe, escribe y escribe. Ah, y además de escribir tiene una risa re graciosa. Les presento a El Negro:

El invierno de los Pereyra
Las aves habían dejado de posarse en la antena de la vieja casa hacía ya mucho tiempo, la tristeza era un aura difícil de traspasar. Nadie venía en estos tiempos, los cobradores ya no se acercaban. Una casa perdida en el bosque, un bosque perdido en el alma. Quedaban pocos habitantes, demasiada tristeza, la despedida se había prolongado demasiado. Era tiempo de partir. Todos en el barrio lo sabían. En todo el mundo lo sabían.

Haiku
No necesito
comprender la existencia,
solo respirar.

Guerra de mierda
Rescatar a un soldado caído, solo porque no es soldado, y ha caído en buena ley. No nos percatamos de que faltaba hasta tres o cuatro meses después. Era bastante limado, nos tenía acostumbrados a sus largas ausencias mentales.
Destruir al enemigo nuevamente, beber su sangre, desflorar otra vez a sus mujeres. Pulverizarlos de la tierra. Eliminar sus rastros. Borrar toda maldita noción de algo. Los caídos de la memoria, pérdidas místicas y necesarias, los colores del fin mundo.
Un chabón extraña a la novia, no quería morir, pero nadie le preguntó antes de volarlo en pedazos. Un robot angloparlante extermina la humanidad sin misericordia.

Juanito y su lombriz mágica
Juanito era un niño feliz, dicharachero, un soñador futbolista de campito, era un nene muy bueno, ayudaba a su mamá a amasar los ñoquis del veintinueve y se pasaba largas horas en el taller mecánico con su papá y su tío Pepe, observando como les daban a las tuercas, a los mates, las facturas y las charlas de hombres sobre fútbol o política y, estando con ellos, se sentía más grande y canchero. Juanito era un niño feliz, dicharachero, y lo que más quería más que nada en todo el mundo era su granja de lombrices, las cuidaba, las alimentaba con cáscaras de papa, las regaba, les ponía moñitos y les contaba cuentitos de lombrices cuando se acostaban. Eran maravillosas, cómo Juanito además de dicharachero y picarón era un alumno muy aplicado (y un experto en lombrices), sabía que estos seres invertebrados eran lo que se llama hermafrodita, o sea, eran varón y mujer al mismo tiempo, entonces les puso nombres cómo Cholo Teresa, Claudia José, Rosa Raúl o Marcos Vanesa, pero a algunas que tenían cara más de varón o de nena les elegía lo que iban a ser. Era la comuna de lombrices más felices del universo. Hacían desfiles para celebrar los lunes, los martes y los miércoles, el resto de los días producían humus y a la noche volvían a sus cuevitas a ver tele.
Un mártes de fiesta la comarca se vio revolucionada por el nacimiento de una larva plateada, que apenas llegada anunció a su pueblo “El amor es lo mais bonito que puede sucederos, gracias por existir lombrices” Nadie lo podía creer, Supamá (así se les dice a los progenitores en lombriz) le dijo “Oh, capullito de luna, yo no te merezco, soy solo un simple obrerito”, a lo que el reciente contestose “Tu, al igual que tu maravilloso pueblo, eres un obrero, un obrero del amor a Dios”. La lombrizada enloqueció de júbilo ante el advenimiento de tan buen presagio, el líder político de una era de paz, que gobernaría con buen corazón y guiaría a su especie al nirvana. Juanito pasó esa mañana en la escuela, volvía muy contento porque traía cómo ingrediente especial para el jolgorio miguitas de buñuelo que juntó abajo del banco de un compañero. La iban a pasar bomba. Cuando llegó le pidió a su mamá cinco litros de chocolatada, fue hasta el latón de la colonia y se las sirvió en chapitas de gaseosa. Pero las lombrices estaban en otra cosa, no aparecían. Pidió permiso en idioma lombriz e hizo un huequito para enterarse de qué pasaba y ahí las encontró, como hipnotizadas, reverenciando y sirviendo a la lombriz plateada. La pequeña larvita sentada en su trono de cáscara de papa, prometía sensación revolucionaria, paz y belleza eterna, aniquilación del enemigo hasta las últimas consecuencias . Luego se percató de que alguien le observaba y exclamó vigorosito “Oh, tu debes ser Juanito, el que convida maravillas y de la colonia cuida, en nombre del amor te agradezco tus gestos de buena bondad. Yo soy Larvita Pichín, quiero ser tu amiguito y hacerte sentir bonito” y luego aconsejó a sus amigas las lombrices organizaran una gran celebración a la altura de tan dichosa ocasión.
Y así comenzó la hermosa fiesta que nadie habría de olvidar nunca jamás de los jamases, con miguitas de buñuelo y chocolatada, en el latón iluminado por antorchas. Las lombrices bailaron extasiadas al compás de la música tecno.
En un momento ya descontrolado de la conga, la larvita cariñosa le dice a Juanito “Vení, Juanito, vení. Que te voy a contar un secretito”, Juanito la levanta de su trono de cáscara con su habitual desenfado y la deposita sobre su hombro para escuchar mejor lo que le quería decir su nueva amiguita. Y la larvita chiquitita le dice “Bssssss, bsssss amorcito, bsss por siempre bssss bssss tu y yo”. Juanito no entendía nada, entonces le dijo “vení más cerquita, larvita amorosa y buenita, vení más cerquita que no te escucho”. La larvita se mete en su oído y le dice “Yo te quiero mucho larguirucho, pero es momento de morir”. “Bueno dale” le dice Juanito y luego lo piensa dos veces y dice “¿Eh?, morir no es divertido”. Pero era demasiado tarde, la larvita ya se había metido en su cerebro y depositado millones de huevesillos. Luego le dijo “morir puede ser divertido” y lo obligó a vaciar veinte litros de kerosén en el latón de sus amigas.
Y ese fue el final de la colonia y de la corta vida de Juanito. Lo que nos deja como enseñanza que los líderes populistas no siempre son tan buenos cómo parecen, y que sus regímenes no tardan en adquirir características sanguinarias.


Me olvidaba, Iván tiene un blog también.


6 comentarios:

María (Letras) dijo...

JAJAJAAJAJAJAJAAJAJAAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAAJAJAJAJAJAJAJAAJAJAJAJAJAJAJAJAAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJJAAJAJAJAJAAJAJAJAJAJAAJA.

María (Letras) dijo...

(El cuento de Juanito y las lombrices merecía un comentario aparte de risas infinitas. me encantó).
Genial
Fantástico.
...
Ey, chicos del Círculo de la Flor ¿no tienen merchandising, algo como una remera o una bombacha de marca suya que me pueda poner?

Ah, y Pío, me encantó la reseña.
Besos.

Adrian Orellano dijo...

en breve se viene la ropa interior del círculo.!
Negro: ya sabes loco, yo te banco.
El negro me ha hecho reir mucho.
Un tipo que me encanta como escribe.
Tiene un estilo muy propio y genial.
ad

pio dijo...

¡Aguante el Negro, vieja!

aka El Negro dijo...

Muchas gracias che, muy buena la reseña. Un abrazo locos.

Anónimo dijo...

"Las lombrices bailaron extasiadas al compás de la música tecno"

JAJAJAJAJAJAJJAJAJAJA
BSSS BSSS

Ese era un híbrido [Entre Mosca y Lombríz]

JAJJAJAJAJAJAJAJAJAJAJ